¿Por qué se cuelgan los jamones?
¿Por qué se cuelgan los jamones? Un viaje por la tradición y la historia del jamón ibérico
Si alguna vez has entrado en un bar típico español, es probable que te hayas sorprendido al ver jamones colgando del techo. Esta imagen, tan icónica de la cultura gastronómica de España, suele causar curiosidad, especialmente entre los turistas. Pero, ¿por qué se cuelgan los jamones y qué hay detrás de esta práctica?
El proceso de secado: una técnica ancestral
El principal motivo por el que los jamones se cuelgan es muy simple: es una técnica para facilitar el secado y conservación del jamón. Cuando un jamón se cuelga, la humedad en su interior desaparece lentamente, lo que contribuye a una curación adecuada. Además, el exceso de grasa del jamón empieza a derretirse y gotea, un proceso que ayuda a que la carne mantenga su textura perfecta. Es habitual ver jamones con "chorreras", esos pequeños sombreritos de plástico que recogen la grasa que se desprende.
Este método de colgar los jamones permite que el aire circule libremente a su alrededor, lo que favorece el secado uniforme. Sin embargo, esto no responde a una pregunta más curiosa: ¿por qué se cuelgan en bares y restaurantes?
Una mirada a la historia: judíos, cristianos y la Santa Inquisición
Aunque hoy en día el hecho de colgar jamones en bares y tabernas puede parecer simplemente una tradición o una cuestión estética, la realidad es que esta costumbre tiene raíces históricas. Para entenderlo, tenemos que remontarnos a la España de entre los siglos X y XIV, un período en el que cristianos y judíos convivían en la península ibérica.
Con el tiempo, las tensiones entre ambos grupos crecieron, especialmente con la llegada de la Santa Inquisición, que perseguía a los judíos y a aquellos que no seguían las normas impuestas por la Iglesia. Como es bien sabido, la religión judía prohíbe el consumo de carne de cerdo, lo que se convirtió en un indicador visible de la identidad religiosa de las personas.
En este contexto, se cuenta que los cristianos comenzaron a colgar jamones y embutidos de cerdo en lugares visibles, como bares y tabernas, para dejar claro que allí se consumía carne de cerdo y, por tanto, no había judíos presentes. En especial en ciudades como Sevilla, era una forma de mostrar públicamente la adhesión a la fe cristiana y evitar cualquier tipo de sospecha o persecución por parte de la Inquisición.
Una tradición que ha perdurado
Con el paso del tiempo, esta práctica se mantuvo, y lo que comenzó como una señal de identidad cultural y religiosa, se convirtió en una costumbre que perdura hasta nuestros días. Hoy, los jamones colgados en bares no tienen ninguna connotación religiosa o de exclusión, pero sí cumplen su función de conservación y, de paso, añaden ese toque visual tan auténtico y tradicional.
Colgar jamones: una técnica de conservación
Más allá de la historia, colgar los jamones sigue siendo una de las mejores formas de mantenerlos en buen estado. Se busca siempre un lugar oscuro y seco, donde el jamón pueda "respirar" mientras el aire elimina progresivamente la humedad y el exceso de grasa. Este proceso es crucial para garantizar que el jamón llegue a su punto óptimo de curación, con un sabor y textura excepcionales.
Conclusión
La tradición de colgar jamones en bares y restaurantes no solo responde a una necesidad práctica de secado y conservación, sino que también tiene profundas raíces históricas y culturales. Hoy, colgar un buen jamón ibérico sigue siendo la mejor forma de asegurar su calidad, a la vez que mantenemos viva una costumbre que nos conecta con siglos de historia.
Así que, la próxima vez que entres a un bar y veas jamones colgados, recuerda que detrás de esa imagen hay una rica historia y un proceso de curación que convierte a este manjar en una de las joyas gastronómicas más apreciadas del mundo.